A medida que pasa el tiempo, creo más en las primeras impresiones y en las intuiciones surgidas ante según qué personas y en determinadas situaciones. Deberíamos hacer más caso de nuestra intuición, la más primaria, la que tiene lugar incluso antes de pensar.
Me agradaba la idea de hacer aquel viaje solo. Tal vez por se hijo único había tenido que acostumbrarme a mantener conversaciones conmigo mismo, a saberme sin compañía humana, y por eso jamás me ha sido difícil, más bien al contrario, estar solo. Me gustaba –me sigue gustando- disfrutar de muchos momentos de soledad.
Siempre había sentido curiosidad por las personas que, cuando saben que les queda poco tiempo de vida, comienzan a hacer todo lo contrario de lo que estaban haciendo hasta entonces, se desprenden de muchas cosas y empiezan a vivir realmente. ¿Por qué no lo hacíamos todos, dando alas a nuestros anhelos más internos y sueños más íntimos, si también algún día íbamos a morir?
En aquel momento me di cuenta de que era menos libre de lo que creía. Muchas de las cárceles que tenemos los humanos las hemos creado nosotros mismos y solamente nosotros tenemos el poder de derribar sus barrotes.
“A veces nos obsesiona más un grano en nuestra nariz que el hecho de que cada día mueran de hambre tantos niños en el mundo” reza un proverbio chino.
Cuanto más ahondaba en aquellas lecturas, más me daba cuenta de lo ignorante que había sido hasta ese momento. La filosofía india, a diferencia de la que había conocido hasta entonces, no hablaba de individuos ni de personalidades, sino de almas y del universo.
A partir de ahí empecé a percibir, de una manera intensa, lo placentera que es la acción de dar. Entregar sin esperar nada a cambio. Regalar pensando tan solo en aquel que recibe.
Hacer felices a los demás es el verdadero secreto de la felicidad; no hay otro truco. Desprendernos totalmente de nuestros propios intereses y centrarnos en los de los demás y en lo que puede hacerlos felices. Ésa es la fórmula indiscutible para dar sentido a nuestra existencia, para bailar al compás marcado por el verdadero impulso de humanidad y vida. Somos instrumentos de amor, y los instrumentos sólo tienen valor y significado cuando son escuchados por una audiencia.
Buscamos siempre nuestra propia dicha, esperando ser más felices teniendo esto o comprando lo otro, imaginando que vivimos de una u otra manera y buscando en otros las alternativas para llegar a nuestra propia plenitud. No, ése no es el camino. Únicamente pensando en los demás y olvidándonos de nuestros intereses y ambiciones podremos comprender y adquirir plenamente el sentimiento de la felicidad con todas sus notas y matices.
Debemos actuar como el cristal de una ventana a través del cual se mira. Del mismo modo que nuestras miradas van más allá de los cristales y se centran en los bellos horizontes que se descubren tras él, nosotros también debemos ir más allá de nuestros objetivos egoístas. Buscar nuestra propia felicidad es no ver más allá del cristal.
¿Qué valor tiene una camisa colgada siempre en una percha? ¿De qué sirve un teléfono si no hay nadie al otro lado con quién hablar? De la misma manera que una camisa sirve para vestir a alguien, nosotros servimos para vestir con regalos y alegría el corazón y el alma de los demás y para transmitir, mediante el amor, el gozo de la vida.
En Bombay empecé a ver a toda persona como lo que realmente es: una extensión de nosotros mismos. Porque nosotros somos, a la vez, extensiones de ellos y todos formamos parte de un mismo universo.
Debemos apreciar a cada ser humano como a nuestro hijo, nuestro padre, nuestro hermano. Sólo entonces escucharemos en cada voz y veremos en cada mirada una intensa llamada a nuestro amor.
Al viajar uno se aleja de la rutina, y no sólo geográficamente, de forma que puede ver con mayor nitidez todos los pigmentos que componen su vida cotidiana. Es igual que cuando uno mira una película de terror y se extraña de que el protagonista no se dé cuenta de que el monstruo que lo persigue está justo detrás de él, en el umbral de la misma puerta a la que está asomado. No repara en ello simplemente porque está en la película, inmerso en esa situación. A nosotros nos pasa exactamente lo mismo. Debemos aprender a ver nuestra vida desde fuera, como una pantalla de cine. Sólo así podremos decidir con más sabiduría y ver con mayor claridad.
El odio es malo. Incluso, en palabras de Gandhi, si amar nos lleva a odiar a otros es mejor no amar.
“Haz que tu corazón sea como luz, tan sólo así conseguirás que un puñal no lo marque al herirlo. Si haces una marca en una piedra, esa señal siempre quedará; si la haces en una bola de luz, el cuchillo con el que la hagas atravesará la bola sin marcarla por ningún lugar”.
Nos pasamos la vida lamentándonos del mundo, diciendo que va mal y criticándolo, pero a menudo nos olvidamos que nosotros somos una parte de ese mismo mundo. Empecemos a cambiar nosotros, y una parte del mundo ya habrá cambiado.
Es igual que tener ante nosotros un muro de color negro y quejarnos de que es oscuro, cuando en nuestras propias manos tenemos un bote de pintura blanco y un pequeño pincel. Tal vez no podamos pintar con ese botecito todo el muro, pero sí que accederemos a pintar una parte de él. Si cada uno aporta lo suyo pintando la parte que le corresponde o le que buenamente puede hacer, el muro, al final, será de color blanco.
Uno no puede acometer cambios para evadirse ni transformar insatisfacciones latentes en uno mismo. Para realizar un cambio de esta magnitud y emprender un nuevo vuelo, hay que estar bien, muy bien. Había sido feliz hasta ese momento y no hacía aquello para huir de nada.
Desde entonces tampoco pensé ya nunca en mi vida. Tan sólo tenía en mente la de los demás.
Descubrí el verdadero secreto de la felicidad. Sólo se es verdaderamente feliz cuando se busca la felicidad de los demás y, además, se consigue. No hay palabras que puedan expresar la sensación de gozo que supone ver felices a los demás.
El amor, en el juego de la vida, siempre gana.
Aprendí a convivir con la naturaleza, a observarla, a escucharla, a emocionarme con el movimiento elegante de los arbustos al compás del viento y con el concierto de los grillos al ir a dormir, a sosegar la vista con la belleza del ocaso del sol y refrescarme las manos con el rocío de la mañana. Descubrirlo y saberme parte de ello fue indescriptible. Estamos rodeados por un constante milagro, y estamos ciegos ante él.
No hay enemigos. Un enemigo es un amigo que necesita nuestra ayuda.
La palabra “caridad” siempre me ha producido cierto rechazo. Caridad supone la inferioridad del que es ayudado. La palabra ayuda, en cambio, implica igualdad.
Aquel libro explicaba que la muerte es la cúspide de nuestras vivencias, su coronación, lo que le confiere un verdadero sentido y valor a nuestra vida. Sin vida no habría muerte, pero sin muerte tampoco habría vida.
Para apreciar realmente la vida hay que aprender a no ignorar la muerte, a saber que está allí, como un proceso más de nuestras existencias.
Otras personas me han recriminado, y lo siguen haciendo hoy, que haya perdido mi identidad personal, que haya negado en exceso mi vida individualizada y separada del proyecto y que haya adquirido un sentido del deber con esta causa tan fuerte y arraigado. No creo que sea negarme, sino afirmarme como el ser humano que soy. Porque sólo pensando en los demás se crece, como ciudadano y como habitante del mundo.
Pasar por la vida sin sentir la dicha de dar sin esperar nada a cambio es como pasar por un mar cristalino sin querer tocar el agua.
Si todos descubriéramos que la verdadera finalidad de cada ser humano es entregarse a los demás, todo sería muy diferente. ¡Cuántas insatisfacciones crónicas se echarían al olvido! ¡Cuánto vacío espiritual tendría fin! ¡Cuántas expresiones de amor y cariño aflorarían en la humanidad!
El hombre está inmerso en una ceguera colectiva en la que tan sólo ve sus propios sufrimientos y necesidades. Los hombres y mujeres que habitamos el planeta Tierra tenemos como fin vestir con amor el cuerpo de los demás seres humanos.
Para llevar a cabo esa ayuda, sin embargo, es imprescindible sentirse pleno y feliz. A veces lo comparo con enamorarse. Un o no puede pretender que otra persona llene un vacío propio. Deben estar todos lo vacíos cubiertos para dar cabida a la maravillosa acción de dar y compartir.
Para hallarse a uno mismo tan sólo hace falta viajar al propio interior. No se trata de alejarse, sino de acercarse un poco más.
Del mismo modo que un médico necesita ver al paciente para poder diagnosticar, nosotros no podemos pretender curarnos el alma sin ni siquiera mirarla. Es necesario que la observemos como quien mira con dulzura los movimientos imperfectos de un bebé. Será entonces cuando se producirá el mayor milagro de nuestras vidas: darnos cuenta de que pertenecemos a todos los lugares. Sabremos que somos del universo y el universo es nuestro. Porque ambos son una sola cosa. ¿No es acaso maravilloso descubrir que formamos de la misma tela en la que también están bordadas las estrellas, las aguas cristalinas de los ríos y las puestas de sol? Descubrir ese secreto y entenderlo plenamente no tiene precio. Ese conocimiento es, junto con el amor, el mayor tesoro que el ser humano podrá albergar jamás en el alma.
Si dedicas tu vida a perseguir un sueño, la propia vida te lo devolverá convertido en realidad. Y si ese sueño está dedicado al beneficio de los demás, el viento siempre acabará soplando a tu favor.
Sonrisas de Bombay
Jaume Sanllorente
Plataforma editorial
Extractos interesantes del libro:
En todos los lugares donde hay una mancha de color, una nota de un canto, una gracia de la forma, hay una llamada a nuestro amor.
Rabindranath Tagore
Vivir es acordarse de olvidar. Perdona lo que deba perdonarse. Olvida lo que deba olvidarse. Abraza la vida con renovado vigor… Deberíamos poder acoger cada instante de la vida con una mirada nueva, como una flor que acaba de abrirse.
Mata Amritanandamayi
Pensamos que nuestro sufrimiento es personal. Estamos cerrados al sufrimiento de la humanidad.
Krishnamurti
Siempre debemos tener presente que no vamos a ser libres, sino que ya lo somos. Toda idea de que estamos atados es una ilusión. Toda idea de que somos felices o desdichados es una gran ilusión.
Swami Vivekananda
La voz humana nunca podrá cubrir la misma distancia que la pequeña y silenciosa voz de la conciencia.
Gandhi
La pobreza no debe tener cabida en una sociedad civilizada. El lugar que le corresponde son los museos. Ya allí es donde acabará. Cuando los escolares visiten con sus escuelas los museos de la pobreza, se horrorizarán al contemplar el sufrimiento y la humillación que padecían los seres humanos. Culparán a sus antepasados de haber tolerado aquella situación inhumana y de haber permitido que se prolongase en un sector tan amplio de la población hasta el primer tramo del siglo XXI.
Muhammad Yunus
Mirar, escuchar, es un gran arte […] al mirar, escuchar, aprenderemos infinitamente más cosas que leyendo libros. Éstos son necesarios, pero observar y escuchar agudiza los sentidos.
Krishnamurti
Debes saber que incluso cuando contemplas un árbol y dices de él que es un roble o un baniano, esta palabra, en tanto que forma parte de los conocimientos de botánica, ha condicionado tu mente de modo que se interpone entre tu visión del árbol y tú. Para entrar en contacto con el árbol debemos apoyar la mano en él. La palabra no nos ayudará a palparlo.
Krishnamurti
¿Tendrá la mínima importancia que yo cambie? […] Esta pregunta es incorrecta, pues tú eres el resto de la humanidad.
Krishnamurti
¿De dónde he venido? ¿Dónde me has encontrado? –le pregunta el bebé a su madre. Ella llora y ríe a la vez y, estrechando a la criatura contra su pecho, responde: Tú estabas escondido en mi corazón […], eras su deseo.
Rabindranath Tagore
Aguanta, auque estés solo y todos estén contra ti. Míralos directamente a los ojos, aunque estén congestionados de sangre. No tengas miedo. Ten confianza en esa pequeña voz del corazón que et pide estar dispuesto a abandonarlo todo y a todos. Debes estar dispuesto a morir para dar testimonio de lo que proporciona sentido a tu vida.
Gandhi
Debemos negarnos a dejarnos llevar por la corriente. Un ser humano que se ahoga no puede salvar a otros.
Gandhi
La verdad reside en el corazón de todo ser humano. Ahí es donde debemos buscarla para que nos guíe. Lo de menos es cómo se nos muestra. No podemos obligar a los demás a actuar de acuerdo con nuestra visión de la verdad.
Gandhi
La fuerza no procede de las capacidades físicas. Procede de una voluntad invencible.
Gandhi
Eres el producto de tu entorno. Por eso no puedes ver nada que esté fuera de tus costumbres y de las convenciones sociales de las que estás impregnado. Si quieres ver más allá libérate antes de tu forma habitual de interpretar los hechos.
Swami Prajnanpad
Si actualmente hay tanta mentira en nuestro mundo extraviado es porque cada uno de los seres humanos reivindica los derechos de una conciencia iluminada sin someterse a la mínima disciplina. Para descubrir la verdad es necesario ante todo tener una gran humildad. Para penetrar en el corazón del océano que es la verdad, es necesario decidirse a no ser ya nada.
Gandhi
La caridad no es una solución a la pobreza: sólo la perpetúa despojando a las personas pobres de su iniciativa. Nos permite proseguir con nuestra propia vida sin tener que preocuparnos por la de las personas pobres. Sólo sirve para aplacar nuestras conciencias.
Muhammad Yunus
Sólo hay un Dios. Y no es enemigo de nadie.
Gurú Nanak
La única religión que debería enseñarse es la religión sin miedo.
Swami Vivekananda
La muerte es sumamente parecida a la vida cuando sabemos vivir. No se puede vivir sin morir al mismo tiempo. No se puede vivir sin morir psicológicamente a cada minuto.
Krishnamurti
Individuo es el que está separado, cortado. Un individuo es una entidad separada, sin relación. Una persona es un individuo en relación con los demás. Si eres uno con los demás, si vives para los demás, te ensanchas.
Swami Vivekananda