martes, 2 de marzo de 2010

“Valiente no es aquel que no teme. Valiente es quien teme y se atreve.”


Autor: ALEJANDRO PALOMAS 2 Marzo 2010

“Valiente no es aquel que no teme. Valiente es quien teme y se atreve.”

Somos muchos, muchísimos, los que tenemos miedo o los que hemos vivido de su mano durante algún tramo de nuestra vida, y no me refiero al miedo más fóbico, sino al más cotidiano, al más “común”. Es evidente –y así lo ejemplifica la historia– que la sociedad occidental –la nuestra– ha sido educada para convivir con él como lo ha hecho con otros “males menores” como el tabaco, con el que hemos aprendido a mantener una relación de dependencia social –además de física–. Es decir, por un lado lo vendemos y nos nutrimos de los impuestos que aporta a nuestros gobiernos y por otro le hacemos la guerra por pernicioso y letal. Y es que el miedo es así: social y físico, global e individual. Como el tabaco, se fomenta y se estigmatiza, y como el tabaco, se aspira activa o pasivamente. Ambos comparten asimismo efectos y síntomas: ennegrecen, paralizan, atacan el sistema inmunitario, desestabilizan… Pero no es este el momento de hablar del tabaco ni de las adicciones “permitidas”, sino del miedo y de sus cómos, esas preguntas que tanto necesitamos ver respondidas para poder empezar a reaccionar, para actuar.

“Cobarde no es quien teme, sino quien ni siquiera se atreve a sentirse temeroso.” (Imagen: Usuario de Flickr).

Porque, ¿qué es el miedo?

El miedo es lo contrario del amor (una definición menos occidentalista probablemente formularía un axioma como el siguiente: “El miedo es la otra cara del amor”).

“Sí, muy bien”, quizá pensarás. “Eso ya lo he oído muchas veces, pero no deja de ser una definición demasiado intangible, demasiado alejada de lo cotidiano.” Es cierto. La pregunta quizá debería ser otra –más fácil, más manejable–. Qué tal esta: ¿“cómo identifico al miedo? ¿Cómo lo reconozco para poder actuar sobre él”?

Muy sencillo: el miedo siempre paraliza. El amor activa.

Ahora demos un paso más. ¿Cómo se lucha contra el miedo?

Aceptándolo. Sin juzgarlo. Sin juzgarnos. Tener miedo no es ni malo ni bueno. No tenemos derecho a castigarnos por ello. Al contrario: aunque pueda parecer paradójico, el temor es simplemente un principio, una oportunidad de cambiar algo que la emoción rechaza y abraza a la vez por conocido, por adictivo. Sin embargo, deja de ser una oportunidad de cambio cuando el intelecto –lo aprendido– alza la voz y nos condena: “Tener miedo te convierte en cobarde”. No es cierto. Tener miedo nos enfrenta a la posibilidad de decidir, de proyectarnos, aunque sea durante un fugaz instante, en el futuro. La mente se equivoca: cobarde no es quien teme, sino quien ni siquiera se atreve a sentirse temeroso. Cobarde es quien vive esquivando el miedo porque donde no conoce tampoco el amor que lo libera. Cobarde es quien no siente, quien no cuenta con la emoción para llegar a ser quien realmente desea ser.

Desde aquí quiero hacer un llamamiento a todos los que estáis ahí fuera, leyendo estas líneas, y animaros a que cuando os reconozcáis asustados –asustados en lo cotidiano, en lo automático, en esas pautas aprendidas que paralizan– lo hagáis desde la emoción, sin juicios. Quiero que os acerquéis al espejo más cercano y os miréis tranquilamente a los ojos y, sin vergüenza y sin castigo, empecéis por el principio de los principios y os atreváis a oíros decir: “Sí, tengo miedo”. Repetidlo cuantas veces podáis y seguid haciéndolo hasta que poco a poco, tardéis lo que tardéis, cambiéis la afirmación por esta otra: “Sí, siento miedo”.

Que se haga entonces el silencio. Miraos bien. Solo siente miedo quien tiene la posibilidad de no sentirlo, quien puede elegir, aunque quizá no sea aun consciente de ello.

Solo siente miedo quien no es el miedo.
¿Qué somos pues, si no somos miedo?
La otra cara de la emoción.
Amor. Amor asustado, sí. Pero amor, al fin y al cabo.
No deberíamos olvidarlo.
Es un buen principio.


Autor: ALEJANDRO PALOMAS 2 Marzo 2010

lunes, 1 de marzo de 2010

Cuatro leyes espirituales

En la India se enseñan las "Cuatro Leyes de la Espiritualidad"


La primera dice:
"La persona que llega es la persona correcta".

Es decir que nadie llega a nuestras vidas por casualidad, todas las personas que nos rodean,

que interactúan con nosotros, están allí por algo,

para hacernos aprender y avanzar en cada situación.

La segunda ley dice:
"Lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido".

Nada, pero nada, absolutamente nada de lo que nos sucede en nuestras vidas,

podría haber sido de otra manera. Ni siquiera el detalle más insignificante.
No existe el: "si hubiera hecho tal cosa...hubiera sucedido tal otra...".

No. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado,

y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección y sigamos adelante.
Todas y cada una de las situaciones que nos suceden en nuestras vidas son perfectas,

aunque nuestra mente y nuestro ego se resistan y no quieran aceptarlo.

La tercera dice:
"En cualquier momento que comience es el momento correcto".
Todo comienza en el momento indicado, ni antes, ni después
.

Cuando estamos preparados para que algo nuevo empiece en nuestras vidas,

es allí cuando comenzará.


Y la cuarta y última:
"Cuando algo termina, termina".
Simplemente así.
Si algo terminó en nuestras vidas, es para nuestra evolución,

por lo tanto es mejor dejarlo, seguir adelante y avanzar,

ya enriquecidos con esa experiencia.


Creo que no es casual que estén leyendo esto,
si este texto llegue a nuestras vidas hoy;

es porque estamos preparados para entender,

que ningún copo de nieve cae alguna vez en el lugar equivocado!


VIVE BIEN, AMA CON TODO TU SER Y SE INMENSAMENTE FELIZ!


"Si un día tienes que elegir entre el mundo y el amor, recuerda:
Si eliges el mundo, quedarás sin amor,
pero si eliges el amor, con él conquistarás al mundo"


(Albert Einstein)